Por: Edición política
Aún estamos a tiempo que el Pacto sea entre honorables y no entre tramposos.
En el Caribe profundo, donde hasta los silencios tienen sabor a mar y las traiciones se huelen como el suero agrio, ha estallado una alerta que no podemos ignorar: la trampa de Jota Felipillo Hernández no fue solo una jugada local, sino el destape de una olla nacional que pone en riesgo la legitimidad del Pacto Histórico.
Felipillo, con su sonrisa de lagarto y su habilidad para el salto triple sin garrocha, se metió a la consulta del 26 de octubre como quien se cuela en una fiesta sin invitación, baila con la novia del anfitrión, exige que lo sirvan de primero y, al primer descuido, se alza con el cofre de regalo de los novios.
Pero esta vez, el ponqué tenía pólvora jurídica.
Porque, aunque el Pacto Histórico es una coalición amplia y diversa, indígenas, poetas urbanos y revolucionarios de todas las épocas, jurídicamente solo está conformado por tres personerías legales:
El Polo Democrático Alternativo, que aún conserva su resistencia.
La Unión Patriótica, que sobrevivió a las balas y ahora pelea con votos.
El Partido Comunista Colombiano, que sigue creyendo que el futuro es rojo, pero sin Photoshop.
Colombia Humana, por su parte, el partido del presidente, intentó entrar a la fusión, pero se quedó en la puerta, como quien llega tarde al bautizo y quiere ser padrino. El Consejo Nacional Electoral le dijo que no, y el Tribunal Superior de Bogotá lo confirmó.
Así que, jurídicamente hablando, Colombia Humana no podía avalar candidatos para la consulta del 26 de octubre.
Pero Felipillo se metió igual. Y con él, decenas de candidatos que hoy podrían estar en riesgo de nulidad, invalidez y hasta doble militancia, como quien juega en dos equipos al mismo tiempo y quiere cobrar el penalti y ser arquero al mismo tiempo.
¿Qué dice la ley?
Artículo 107 de la Constitución: No se puede militar en dos partidos al tiempo.
Ley 1475 de 2011: Las consultas son para militantes, no para turistas políticos.
-Consecuencia: Si el aval no es válido, el voto tampoco. Y si hay doble militancia, puede haber pérdida de curul.
¿Y ahora qué hacemos?
Por fortuna, la trampa de Felipillo no solo nos dejó con la boca abierta, sino que nos obligó a despertar más temprano.
Porque si no se depuran las listas, el Pacto Histórico podría enfrentar una lluvia de demandas, una tormenta de impugnaciones y una sequía de curules.
Este escrito no es solo una crónica jocosa, sino un llamado urgente:
A que el Comité Político Nacional del Pacto Histórico revise bien los resultados y tome las mejores decisiones.
A que los sectores éticos del Pacto exijan transparencia y respeto por las normas internas.
A que se tome una decisión política antes de que el boomerang jurídico nos golpee en plena campaña y ya sea demasiado tarde.