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Mientras la congresista Ingrid Aguirre ondea la bandera de la Reforma Laboral y alza la voz en defensa de los derechos de los trabajadores, puertas adentro parece aplicarse otra reforma: la del pago fantasma. Sí, porque según denuncia el comunicador social Geancarlo Santana, trabajó ocho meses seguidos para Aguirr y apenas vio cuatro milloncitos.
El escándalo es tan surreal como indignante. Contratado verbalmente por orden directa de Fuerza Ciudadana, según él, Santana cumplía horario de oficina, hacía fotos, campañas, reuniones, eventos, piezas gráficas y hasta se convirtió en puente con las comunidades.
Todo esto con promesas de un contrato y un sueldo de cinco millones mensuales que, como el aguinaldo de diciembre, nunca llegó.
Eso sí, cuando el joven de 34 años se cansó de las evasivas, de los “espérate que ya casi”, y se atrevió a hablar en una reunión interna, lo sacaron volando. La respuesta de Aguirre fue tan fría como absurda: “no lo conozco”. Pero los chats dicen otra cosa. Las fotos, los trabajos, las llaves de oficina, la jornada de 8 a 4, también.
La ironía no pudo ser más cruel: quien hoy grita por los derechos de los trabajadores, ni siquiera paga el suyo. Tal como pasó con David Racero, los discursos suenan lindos frente a las cámaras, pero la realidad interna huele a explotación.
¿Y mientras tanto? La congresista sigue en redes lanzando dardos a otros políticos por sus “injusticias laborales”. Señora Aguirre, ¿y lo suyo qué? ¿Con qué cara se llena la boca hablando de dignidad laboral mientras le debe el sueldo a quien le manejaba hasta la sombra?
