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La caída libre de Fuerza Ciudadana: el rostro público de la prepotencia con un desplome ya anunciado

La caída libre de Fuerza Ciudadana: el rostro público de la prepotencia con un desplome ya anunciado

Por: Vilbrum Tovar Peña/Analista político 

Hace cuatro años levantamos la voz y advertimos lo inevitable: Fuerza Ciudadana no estaba ante un tropiezo momentáneo ni una crisis circunstancial.

Su rumbo no era el de quien enfrenta dificultades para corregir el camino, sino el de un cuerpo lanzado al vacío, sin frenos, sin paracaídas, sin una red que amortiguara el golpe.

Ni el piso puede detenerlos.  
El fallo judicial que anula la elección de Rafel Alejandro El Grande, aunque relevante en el análisis político, es apenas una nota al pie en esta historia.

La verdadera caída no ocurrió en los estrados judiciales, sino en la legitimidad del movimiento, en la relación con sus bases, en el desgaste de un modelo de poder que, en lugar de consolidar liderazgo, se convirtió en un engranaje de relaciones clientelistas y contratos precarizados.  

La pregunta hoy no es cuándo cayó, sino por qué era inevitable que cayera. Su origen, lejos de una auténtica lucha social y popular, estuvo anclado en una pugna por el control de la Universidad del Magdalena, una disputa por la administración más que por el cambio. Lo que inicialmente se presentó como un movimiento de ciudadanos por la ciudad, nunca echó raíces en el pueblo, sino en la habilidad de la maquinaria política para acumular poder.  

Durante sus primeros años de gestión, ofreció avances visibles: una red de parques, una ampliación tributaria, una infraestructura urbana maquillada. Pero detrás de cada obra, el movimiento consolidaba una fábrica de contratos basuras, no de participación ciudadana. Fuerza Ciudadana dejó de ser un proyecto político con vocación de liderazgo para convertirse en una empresa de vinculaciones temporales, donde el apoyo no se construía desde la ideología o la visión de cambio, sino desde la precariedad laboral y el chantaje del sustento.  

El voto castigo se reflejara en las próximas elecciones, en el desencanto de miles de ciudadanos que antes vieron en en FC una alternativa y hoy prefirieron distanciarse de ella, algunos incluso migrando a opciones radicalmente opuestas.  

Hoy, el movimiento porta con debilidad el color naranja, ya ni sus   banderas. Exhiben. No es un bloque político sólido ni una plataforma de liderazgo, aun tratando de expandirse por todo el territorio nacional, son el reflejo de una estructura debilitada que depende de contratos temporales más que de convicciones firmes. La crisis no es solo electoral, es estructural.

Queda la lección, para quienes creen que el poder es eterno, que la ciudadanía no olvida. Queda la oportunidad para quienes aún tienen convicciones, de reconstruir desde la honestidad y la coherencia lo que el pueblo sí merece: una política sin engaños, sin imposiciones, sin falsas promesas disfrazadas de cambio.

Porque lo único que no cae en picada es la verdad. Y tarde o temprano, siempre alcanza a todos.